Durante décadas, la industria de las consolas de videojuegos funcionó bajo una regla no escrita: el precio de las consolas bajaba con el tiempo. Las compañías vendían el hardware a un precio inicial para luego compensar las pérdidas con las ventas de juegos, que eran exclusivos de su plataforma. Era una historia predecible y tranquilizadora para los jugadores.
Sin embargo, el guion ha cambiado. Por primera vez en la historia, esta narrativa se ha roto. Tras su lanzamiento, tanto la PlayStation 5 como la Xbox Series X han visto cómo sus precios subían. La PS5, que originalmente costaba 499 dólares, pasó a 549, mientras que la Xbox Series X aumentó de 499 a 599 dólares. Este inesperado giro de los acontecimientos marca el fin de una era.
El motivo de este cambio parece ser una transformación profunda en el modelo de negocio. La industria ya no se basa tanto en la venta de juegos exclusivos, sino en el éxito de los servicios en línea. Se cree que las futuras consolas, como la rumoreada PS6 y la Xbox Magnus, se enfocarán en ecosistemas más abiertos, lo que podría diluir la importancia de los títulos exclusivos. Al final, este nuevo capítulo en la historia de las consolas, junto con la inflación global y el modelo de éxito de Nintendo, sugiere que los jugadores no deberían esperar que los precios de las consolas bajen de nuevo.
